Por Mariano Serer Mora

Las embajadas tienen la misión de tender puentes entre naciones, facilitar y proteger la vida de
un ciudadano que reside en otra nación. Velar por los derechos de alguien en el extranjero.
En pocas palabras, un embajador cumple las veces de protector. Así también los cristianos en sus comunidades, están llamados a ser embajadores de Jesús, el Hijo enviado de Dios.

Del mismo modo que Él es embajador de su Abbá Dios, los cristianos somos embajadores del Hijo de Abbá, el maestro Jesús. Y nuestra misión es la de custodiar toda vida, sobretodo aquella que se encuentra en situación de fragilidad. Todas las personas, en algún momento nos sentimos como extranjeros, no necesariamente por haber salido de nuestra nación hacia otra, sino porque sufrimos de soledad, de desamor, de enfermedad, de tristeza, desalojo, despido, bullyng. Son muchas las dolencias humanas.

Por eso necesitamos puentes hacia el amor sanador de Dios. Allí deben estar los amigos y amigas de Jesús, siendo embajadores que cobijan al que se siente fuera de las fronteras de la vida feliz. Recordá esto: fuiste bautizado para ser embajador en constante servicio, la mayor muestra la hizo Jesús, que, siendo embajador supremo, supo arrodillarse para limpiar pies sucios y reconciliar a la humanidad con sí misma y con la Creación. Cristo es modelo de embajada y embajadores. En su Espíritu vivimos cobijados.

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