Hay varias maneras de abordar la Biblia; aquí presento lo que vengo aprendiendo desde el año 2002 cuando conocí al Dr. Aldo Ranieri. Aprendimos que a lo largo de toda la Biblia hay un tema -el de las aguas- que ayudan a la lector orante a comprender la mano poderosa de Dios en medio de la historia. Son aguas simbólicas, aguas que expresan mucho más, que hablan del bien y del mal, de las sombras, el pecado, la desgracia, el sufrimiento, la alegría y la redención.
Hemos armado un breve esquema que permite buscar, leer e interpretar esos textos que llamamos acuáticos. Deseamos que sirvan para comprender aun más el relato del Dios cercano Yahveh, padre de Jesús.
Las calamidades que se suceden en la Tierra llaman la atención de todos los hombres y mujeres. La gravedad de la injusticia sistemática llega a trastocar la dignidad humana y queda como consecuencia un vacío difícil de llenar que tiene que ver con la búsqueda de la esperanza. El arco iris bíblico[1] es un símbolo de aquello que buscamos. La paz después de la tormenta es saboreada tanto por la Tierra como por los que la habitamos. La violencia del agua es un tema que aparece repetidas veces en la Biblia. Al principio, Dios separa las aguas de arriba de las de abajo para posibilitar la vida (Gn. 1, 6), lejos del caos y confusión primordiales (Gn. 1, 2). El mismo elemento aparecerá en el Diluvio universal, donde Noé será elegido para la restauración. También allí son aguas de perdición donde no puede haber vida. El gran memorial será el del paso del Mar rojo, donde las aguas simbolizan al faraón y su violencia sistemática contra Israel. En Jonás son aguas que vienen por desobedecer una misión de Dios, pero también son aguas que recuerdan al profeta que Dios tiene la última palabra. En el Nuevo Testamento esas aguas son frenadas por Jesús en la tempestad[2] que finalizarán en el tiempo de la nueva Jerusalén del Apocalipsis donde ya no habrá mar existente (Ap. 21, 1).
El símbolo no es arbitrario, pues su repetición es llamativa. Las aguas frenan porque es disposición de Dios, la palabra para arco es qešet[3] y generalmente aparece para hablar de la ira de Yahvé. Pero en el relato diluviano ese arco se dirige a las aguas no a los humanos. La flecha de Dios resguarda a la Creación del asedio de las aguas primordiales que no permiten vida.
La misión de la Iglesia es justamente recordar constantemente que quien tiene la primera y última palabra es Dios. Que es Él quien cuida de las comunidades y pone freno al desconsuelo humano. En Cristo vivimos la esperanza del Dios cercano y encarnado. Esa es la muestra de su mayor amor. El arco iris cobra su mayor simbolismo en la plasmación del Hijo en la Encarnación. Es Cristo el arco iris esperado, quien nos indica que no estamos solos en un mundo donde las aguas revoltosas nos llevan por delante. Él es la paz y la esperanza que esperamos como Iglesia y nuestra tarea evangelizadora es dar a conocer ese arco iris que nunca más muere. Jesucristo es signo encarnado de la gloria de Dios[4]; y en las aguas que se avecinen él remará con nosotros y desde nosotros. Encarnar la Palabra es entrar de lleno en las profundidades de esas otras aguas calmas que nos conducen al misterio. Tenemos como tarea el seguir buceando por la Palabra de Dios y descubriendo el sentido de habitar la Tierra.
Por el Bautismo comenzamos el camino hacia Cristo y éste nos hace protagonistas de la evangelización. Pero una evangelización que supone el diálogo con las culturas dejándolas a ellas ser partícipes de nuevas apropiaciones de la teología para renovarla, enriquecerla y pulirla de los ropajes que ya no hablan al hombre de hoy. La misión de la Iglesia es anunciar a Cristo hasta los confines de la tierra (Hch 1, 8).
Jesús se dirige a todos los hombres y mujeres; ya no es la vieja idea de anuncio a los justos que abundaba en el judaísmo del tiempo de Jesús. La predicación es para toda la humanidad, es un mensaje universal que no tiene barreras. “La resurrección no es victoria fuera de los infiernos sino sobre los infiernos[5], los cuales quedaron aniquilados para siempre y ya no existen”[6]. Son las aguas de la muerte de la que tanto habla la Sagrada Escritura y que finalizan en el Apocalipsis diciendo “y el mar ya no existe”[7].
[1] Gn 9, 13.
[2]Mt 8, 24
[3]voz “Arco” en E-Sword software, Strong´s Hebrew and Greek Dictionaries.
[4] Sobre “Gloria” de Dios: cf. X. León Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Herder, 1985, p. 357-361
[6] Gesché, A., Jesucristo, Ed. Sígueme, Salamanca, 2002, p. 196
[7] Ap 21, 1
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